“A veces, siento el profundo deseo de abrir la ventana y salir corriendo…me siento agotada y con un deseo profundo de estar conmigo misma, sin nadie que demande algo de mi”, me dijo una mujer puérpera hace unas semanas atrás mientras las lágrimas y la culpa se hacían presente en su cuerpo y alma.
El puerperio, esa etapa de la que nadie te habla cuando estas gestando, alberga una mezcla de emociones que en ocasiones atormentan y agobian. Se asoma la ambivalencia, y eso que nos ha acompañado en todas nuestras relaciones, esta vez se hace presente de una forma concreta y difícil de aceptar, nos duele.
Esa montaña rusa de emociones, esa ambivalencia, ese cansancio, acompaña el relato de muchas mujeres que llegan a terapia. En ese espacio íntimo y en ese tiempo acotado abren sus corazones y comienzan a poner en palabras su sentir. Algunas lo hacen de forma sigilosa, otras con vergüenza, mientras otras tan solo se dan el permiso de decirlo sin darle mayor vuelta. En algunos casos logramos escuchar ese relato durante una primera sesión, mientras en otros casos toma más tiempo. Sin embargo, para todas esas mujeres no es fácil hacerlo, pues reconocer eso que sentimos choca con nuestras propias expectativas y por, sobre todo, con las expectativas sociales que silenciosamente se encuentran presentes en la experiencia materna. Tras cada relato hay valentía. Valentía por poner en palabras simples el puerperio, valentía por hacer público eso que habitualmente se relega al ámbito privado, valentía por compartirlo con la esperanza de construir una maternidad más real y sana.
Ser la persona que escucha esos relatos es un regalo y al mismo tiempo una tremenda responsabilidad. Porque en la intimidad del espacio terapéutico, se asoma la vulnerabilidad de una mujer puérpera. Una mujer que está conociendo a su cría, intentando descifrar sus señales, y que al mismo tiempo se está reencontrando consigo misma, redescubriendo, y rearmando, cual jarra de porcelana rota. “Me miro al espejo y no me reconozco”, “pienso en aquello que me gustaba hacer y ya no sé si me gusta tanto como antes”, “miro mi cuerpo y no me gusto” … frases desafiantes, movilizadoras, y conmovedoras. Frases puérperas, colmadas de una tremenda carga emocional que se hace difícil de llevar a cuestas en soledad.
La terapia alberga un sinfín de relatos. Relatos que consultante y terapeuta, en un andar cuidadoso, van rearmando y reconstruyendo con el fin de elevar la maternidad real por sobre la idealizada, habitarla, y disfrutarla con eso que tiene de dulce y agraz.
Por Carolina Herrera Troncoso
Psicóloga Clínica y Perinatal
Co-fundadora de Matriaesencia.